Con el riesgo que implica pronunciarse en un contexto bélico imparable que exige casi casi un pronunciamiento diario.
Estemos de acuerdo: la situación política y social en que vivimos es insostenible. La tragedia ocurrida en un Casino de Monterrey hace un par de semanas, operada por un comando criminal que asesinó a 50 personas adultas, la mayoría mujeres, no es un acto aislado de terrorismo inédito, sino resultado de una profunda descomposición que alcanza a la sociedad, las estructuras gubernamentales, estatales, federal y municipales, y al sistema político mexicano empantanado en una lógica de corrupción, indolencia, impunidad e ignorancia.
La mediacracia convierte a toda tragedia en un bombazo. La reacción debe ser coyuntural, inmediata y repetitiva. Por tanto, se debe acudir al diccionario discursivo desde el cual se esgrimen los panfletos, comunicados y pronunciamientos oficiales. En esta ocasión lo mismo pero sin perder de vista lo mediático del asunto. Por eso el Presidente Calderón calificó a este hecho como un acto de terrorismo y declaró tres días de luto nacional.
Bien medido es triste pero estas muertes no tienen nada de extraordinario en un país que atraviesa por un momento violento , ese sí, extraordinario. Entendemos que se trataba de hacer un desplazamiento ("esta Guerra no la alimentamos nosotros"), hacer manejo de crisis ("el mensaje es: estamos trabajando y tenemos todo bajo control") y aprovechar una oportunidad ("Tío Sam, échame la mano; no te olvides que los esclavos los ponemos de este lado"). El Presidente de los Estados Unidos, Barak Obama, respondió atemperando los ánimos calificando como "brutal" a este acto criminal.
Le bastaron dos minutos al comando presuntamente conformado por sicarios de Los Zetas para entrar al local, incendiarlo y desatar el pánico en la ciudad norteña, que era hasta hace unos años el símbolo de la industrialización nacional. Dos minutos para convertir en tragedia lo que a todas luces parece más bien una provocación, de la cual son varios los responsables. La devastación de las estructuras sociales no es nueva, solo se ha recrudecido, como la violencia cruenta y criminal de nuestros días.
Enrique Galván Ochoa recordaba el viernes inmediato posterior a los hechos, en su espacio dentro del noticiero de la locutora y periodista Carmen Aristégui, que el Presidente Lárzaro Cárdenas decretó a finales de los años 30 la prohibición de los casinos porque eran lugares que promovían el "vicio, la explotación y las mafias". A Galván Ochoa parecería haberle dado un poco por la moralina cardenista al señalar que los casinos son iguales a "vicio, explotación y mafia". Lo son pero no por el juego sino por el dinero que ahí se maneja. Lo son pero un sector de la gente, aquella que tiene la posibilidad de gastar dinero echando volados, también va ahí a entretenerse.
El acierto de Galván es recordarnos la típica relación entre política y dinero que en México da igual a corrupción. El economista recordó que en 2005, el Presidente en turno, Vicente Fox, y su última "ficha" presidencial, Santiago Creel otorgaron más de 450 permisos para la apertura de casinos, muchos de ellos para ser operados por Televisa y sus secuaces, actuando a todas luces por encima de la ley. Y este ha sido el tema en los días posteriores a la tragedia. Ahí tenemos al alcalde de Monterrey con el problema hasta el cuello o al dueño del Casino Royale "desaparecido" quizá porque no quiere dar la cara.
Ahora bien, hacemos este breve recuento en el presente desplegado porque
en Telecápita nos pronunciamos a favor de sostener una defensa continuada y persistenteque ate los hilos que desde el poder oficial se quieren ver sueltos, defensa que no reaccione a la urgencia que dicta el poder mediático y su agenda ávida de noticias ni que tampoco caiga en lugares comunes.
En Telecápita
nos pronunciamos a favor de la conciencia, de una crítica que no se inserte en las prácticas del eterno retornoen el que vive nuestra clase política y nuestros "opinólogos" de traje y corbata, eterno retorno que se nutre de la efervescencia y que fenece en pocas horas.
La semana pasada Joaquín López Dóriga juntó en su noticiero a los presidentes de los partidos más importantes (PRI, PAN, PRD) y envuelto en un halo de pulcritud les exigía atender el reclamo central de la población (seguridad) aprobando en el Senado, a la voz de ya, las reformas propuestas por el Presidente Calderón. Este fin de semana, en el programa Tercer Grado , el mismo López Dóriga criticaba a los políticos que solo están viendo por su beneficio personal y recalcaba una "verdad", la exigencia central de la población: seguridad.
Una falsa verdad que surge del modelo central a partir del cual se construyen las percepciones generales: la encuesta. Modelo que se propone como "representativo" y que, en continuadas ocasiones, hemos visto que responde a intereses económicos y partidistas y no tiene mucho de representativo o mínimo tiene muchos grises. De otro tipo tenemos, por ejemplo, la encuesta que presentó la semana pasada el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM bajo el nombre "Segunda Encuesta Nacional de Cultura Constitucional: legalidad, legitimidad de las instituciones y rediseño del Estado", la cual presenta un dato que salta a la vista: 36.6% de los jóvenes de entre 15 y 19 años consideraron válido que las fuerzas de seguridad maten a integrantes de la delincuencia organizada, aun cuando exista la posibilidad de detenerlos para presentarlos ante instancias de procuración de justicia. En cambio, 50% del total de la muestra (2,000 personas de todas las edades) dijo estar en desacuerdo.
Qué ideas podemos extraer. Varias. Podríamos reacionar diciendo que por culpa de los videojuegos los jóvenes se han insensibilizado. Por otro, que los jóvenes son víctima de un sistema económico y de un clima de época en donde se han perdido los valores y se han instaurado otros nuevos: la individualización, la banalidad y el deseo. O además que el avance salvaje del capitalismo y el pensamiento mal llamado "burgués" ha olvidado lo social. O peor aún que como son jóvenes es comprensible, pues no han madurado.
No es un fenómeno aislado que en México cada vez más se tome una posición de defensa ante la "amenaza alienígena" que obligue a resguardarnos en nuestros cuarteles. Pero lo verdaderamente importante es que los jóvenes hemos permitido que la historia nos controle, (le echamos la culpa a nuestro contexto), nos hemos conformado con la vida que tenemos (mientras a mí no me toquen, lo demás no importa) y con las aspiraciones que nos son permitidas (trabajos mal remunerados, posibilidad como sicarios). Pero en el otro extremo también nos hemos engañando pensando que hoy conocemos más que en ninguna otra época (la ilusión del Real Time y la Era de la Información) y que podemos cambiar el sistema económico que rige en el mundo ("que se mueran los pinches capitalistas").
Algo anda mal con el mundo. Pero algo anda mal con nosotros mismos. Algo anda mal como para que un grupo de personas lance granadas y prenda fuego a un lugar repleto de personas y que éstas, por "razones de seguridad", no pudieran abrir las salidas de emergencia; para que los modelos a seguir por los niños tengan apellidos como Beltrán Leyva, Guzmán o Arellano Félix; para que un futbolista fuera recibiera un disparo en la cabeza al interior de un bar que no cumplía con los requerimientos mínimos de seguridad; para que una turba de personas linchara a dos policías hace casi siete años en el pueblo de Tláhuac. Esos chicos de 15 años que están a favor de la matanza de los "malos" tenían 10 años cuando esta Guerra se desató. Para ellos es normal. porque la violencia extrema se ha normalizado. Poco escándalo supone la exposición de diversas cabezas en la portada de una revista. Será normal que dentro de siete años, cuando tengan 22 y estén en un Casino viendo un partido de la selección nacional de futbol en el Mundial de Rusia, piensen que lo mejor será elegir un Presidente cruel, un presidente narco. Meras suposiciones que nos exigen preguntarnos sobre el principio de las cosas.
¿Seguridad? No por ahora. Nos parece que no habría que buscarle mucho para saber que la exigencia central de la población es otra: empleo. El mayor acierto de Felipe Calderón fue encontrar el problema. Su primer y fundamental error, olvidarlo, o quizá sea mejor decir, no entender de qué se trataba. Pero hay también otro problema que no se ha identificado: los bajos niveles en materia de Educación. Aquí lo único que suele importar es el lugar que ocupamos en el escalafón mundial (ya sabemos que los últimos), y de nuevo ,las estadísticas. El objetivo que se suele plantear (en el mejor de los casos) es propiciar que México ascienda de posición. Como si todo se redujera a números. La única educación que ha sido exitosa durante la útima década es aquella que enfila al joven hacia la amoralidad y la crueldad, una educación de la sangre. El fenómeno "ya maté, ya robé: ya soy un hombre", de Ciudad de Dios, in situ con nuestro memorable Monchis que pronto saldrá de prisión. El único empleo que se ha procurado es el empleo de la muerte, los sujetos endriagos: sicarios, lavadores de dinero, traficantes mayores de todo tipo.
Por eso, bajo este código de sangre,
en Telecápita nos pronunicamos,a favor de la compasión y de la activación del recuerdo.
La compasión como una categoría elevada que exige una ética poderosa, porque el principio de la compasión es tratar de sentir, y a partir de ello comprender, el dolor ajeno. Y el recuerdo como aquello que nos alerta sobre las repercusiones de nuestros actos. Porque mientras creamos que el mal es el otro, la posiblidad del reencuentro es inexistente. Y porque mientras olvidemos cualquier cosa de forma sistemática, al poco rato, como nos decían nuestras mamás de chiquitos, ya no sabremos ni dónde tenemos la cabeza. Por eso existe Telecapita. Porque de frente a un contexto de doble amenaza de decapitación: virtual y física,
oponemos el arte y el pensamiento, como esferas que nutran nuestra imaginaciónpara constituir en lo tangible nuevos relatos y realidades más acordes con nuestras aspiraciones.
Por eso
nos pronunciamos a favor de la humildad y de la moralidad civilcomo únicas alternativas para poder trascender el pánico y el terror que se quieren instaurar en nuestra sociedad bajo la más obvia usanza de las prácticas imperiales. Para el presidente Felipe Calderón, el ataque al Casino fue un acto de “verdadero terrorismo”, y declaró tres días de duelo nacional, duelo mediático apuntalado por el sensiblerismo futbolero. Siempre ha invitado a la satanización del criminal pero no se han promovido valores compartidos. El futbol es lo único que tienen a la mano.
En Telecápita
nos pronunciamos por aceptar los mediosy hallar en ellos las costuras de una estrategia de simulación que no es nueva, para identificarla y poder contrarrestar en alguna medida sus efectos
compartiendo otras ideas y otros saberes, siempre con la intención de sostener un diálogo.
Sobre todo,
nos pronunciamos por defender la duda y la incredulidaden un tiempo en el que se nos venden villanos por corderos. En un tiempo en el que los artistas, intelectuales y hombres de letras proponen y dicen muy poco pero denostan y descalifican demasiado. Un tiempo que exige ser reflexivo y concreto.
La literatura, sobre todo la novela, aportó a la filosofía el relato de la complejidad: esa es la herencia de Cervantes, como bien lo identificara el escritor checo Milan Kundera. Estos, los nuestros, son tiempos en los que debemos reivindicar la complejidad. Son, por tanto, tiempos de la Literatura.
No es otra la motivación que nos encarrila en Telecápita a la tarea de perfilar una nueva crítica que al mismo tiempo que habla hacia el mundo literario y académico pueda romper las fronteras entre el mundo del artificio y el que es cruel y sangriento, el mundo en el que sin duda alguna vivimos, el mundo en el debemos elaborar estrategias para poder sobrevivir, el mundo que nos han legado aquellos que se han conformado.
En Telecápita
defendemos la inconformidad como estrategia de lucidez y de vida.Defendemos la honestidad, la Literatura y la nobleza de espíritu. Promovemos la humildad, la crítica y la comunicación. El diálogo. Pero ya no soñamos. Asaltamos la fábrica de la realidad. Generamos contenidos. Ya no, los tragamos.
Organización Telecápita
Tu relato me ha conmovido. No estaba enterado de la noticia y cuando vi el titulo quede impactado pensar que ese casino de monterrey es concurrido por miles de turistas, me ha dejado perplejo. Ha sido muy explicativo y sumamente interesante. Te felicito
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