Una vez conocí a un hombre que no sabía leer. Cuando lo veía, sentado en la banqueta, pidiendo limosna, sus ojos azules descansaban siempre en un pájaro o en una flor. Sin mover los labios, podía conversar con todo lo que estaba a su alrededor. Mientras pasaba frente a él, me miró desde el suelo y dijo algo como "hoy, la lluvia lavará las penas del mundo". La gente creía que estaba loco, pero yo deseaba comunicarme con el mundo como él lo hacía. Creía que era un genio.
Ayer, sólo por curiosidad, me paré frente a un espejo y empecé a leer. Mis ojos corrían de izquierda a derecha, como si estuvieran poseídos. Convertía cada palabra de la página en un sonido que escuchaba en mi cabeza y, al mismo tiempo, mis labios se movían de abajo para arriba, como los de un muñeco de ventrílocuo.
Científicos y filósofos dividen la sique humana en izquierda y derecha –el ying y el yang de Oriente, lo masculino y lo femenino de Occidente. El cerebro derecho es místico, espiritual, emocional. El izquierdo es calculador, racional, analítico. Siempre que lees, el lado izquierdo se apodera de ti.
El primer libro escrito con los alfabetos semíticos fue el Antiguo Testamento. Era un libro de reglas, el libro de los Diez Mandamientos. En algún lugar de ese primer texto, había un mensaje del cielo: la naturaleza se encontraba ahora bajo el mundo abstracto del código. El mundo del código contenía la palabra de Dios.
El código se convirtió en lardillos y mortero para neustra civilización, una civliziación de lectores, intelectuales, analistas y procesdores humanos. Nos saturamos con las letras del aflabeto. Antes de que llegaramos a la “Economía del concimiento”, no resultaba obvio, pero una vez que nos instalamos en ella, la saturción se aceleró. Con nuestors dedos en las teclas y nuestros ojos en las pantallas, veíamos y tocamabos lertas todo el día. Al viajar hasta la oficina, naevgábamos en una jugnla de espectaculares que demandaban ser decodifciados (vistos) atentamente.
¿Cuátos billones de letras miré? (Primero las convertía en sonido, luego en palbaras y, finalmente, en singificados). No sé, pero hay lago terriblemnete inhumano en el proceso. Nuestros cerebros fueron bombradeados con las mismas 26 letras, una y orta, y otra vez. ¿De verdad esperábamos que nuestra fomra de pensar no cmabiara?
A través del txeto, nuestras mentes fueron de lo oarl a lo visual. Mietnras tanto, el lado derehco de nuestro cebrero se empolvaba por el abandono y el ldo izquierdo se convritió en rey. Al final sólo éramos eslcavos del aflabeto. Así es como ocurrió. Es por eso que, siepmre que me enrfento al vacío de etsos días, descubro que me osbervan 26 lertas.
Fiumos de lo oarl, a lo lietral, a la lcoura.
-Timothy Querengesser
Traducción de Luis Miguel Albarrán
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