sábado, 27 de agosto de 2011

Finding my religion




En la escuela me dijeron que Dios había muerto, que lo había matado un tal Nietzsche o algo así, pero no les creí.
Desde antes de que me lo dijeran ya lo estaba buscando, pasé por muchos lugares, pero en ninguno de ellos lo encontré. Primero visité la iglesia católica. Lo que hallé fueron unos sacerdotes que me retaban a hacer interpretaciones de la Biblia a las que yo siempre atinaba (por eso pensé que era buena para interpretar textos y se me ocurrió estudiar literatura); antes había ido con los cristianos pero, como era muy niña, no me dejaban participar en nada y me ponían a dibujar: yo dibujaba ratas grises. Me parecía sumamente gracioso que las letras de las canciones (alabanzas) las pasaran en una pantalla de video, era como el karaoke de Dios.
Años después, una amiga me invitó con los mormones, pero sólo vi que se la pasaban comiendo y haciendo fiestas, además me hicieron leer una historia absurda sobre un tal Juan que se desmaya y en su sueño se le aparece un ángel que le regala unas tablas, y que Dios, el de las barbitas y la túnica blanca, entra en su habitación, y que Jesucristo subió a las pirámides y… en fin. Que andaba metida en tantas coas pero a Dios no lo veía por ningún lado.
En esa misma escuela (donde me dijeron que Dios se había muerto), paradójicamente, me enseñaron literatura de unos santos enamorados de Dios: Santa Teresa y San Juan de la Cruz. Lo curioso es que estos santos confianzudos no hablaban de ningún Dios sino de su Amado, su Querido, su Carillo; se volvían locos con su cabello, sus ojos, su olor, su nombre. Ahí fue cuando volvió a nacer la curiosidad de encontrar a Dios (a ver si era tan guapo) y comencé de nueva cuenta mi recorrido.
Esta segunda búsqueda fue mucho más fructífera: conocí a los ateos budistas, que proclaman que no hay creador ni creado, ni nada, sólo vacío; a los hinduistas que tienen una lista enorme de nombre para Dios, según su manifestación; a los sikhs que tuvieron que apechugar entre la guerra y la devoción; a los practicantes de la bhakti que practican lo mejor que pueden y como Dios les da a entender; y también a los sufis que se llaman a sí mismos los “ebrios de Dios”, pero pasan por alto el alcohol. Y todavía me quedan ganas de conocer más (a los practicantes del Tantra, por ejemplo, pero son tan secretos que ni ellos mismos saben que son tántricos).
¡Ay! Otra vez: ¿dónde quedó Dios?
A pesar de que en la escuela siguen insistiendo que no hay Dios, y que está muerto y que cómo va a haber un Dios, ¿qué no ves como está el mundo?, si existiera Dios todos viviríamos en paz, en sana convivencia con los tigres y los osos polares, todos vestidos con camisas limpias y zapatos boleados, como las revistitas de Atalaya….
Insisto en que Dios debe andar por algún lado. Si, como dicen, la sociedad posmoderna se define por una crisis de la cultura moderna, pero también por una tendencia a la heterogeneidad, la multiculturalidad y la interdisciplinaridad, deduzco que por ello existen los que, por un lado, ni se acuerdan del tal Dios y por el otro, los que queremos encontrarlo en una de las tantas religiones que nos ofrece el mercado de la espiritualidad.
Vendré aquí cada quince días a contarles cómo me ha ido en mi peregrinaje, sin ninguna pretensión mas que la informativa (por si usted también tiene la duda de dónde anda Dios, o saber dónde quedó el cadáver). Describiré de qué trata cada una de las prácticas con nombres raros que mencioné arriba, que pueden pasar desde la pura devoción hasta instituciones con fines de lucro. También hablaré de las múltiples formas de expresar la espiritualidad, casi todas ellas relacionadas con el arte.
Sólo pretendo dar testimonio de esta búsqueda de Dios, que, como cualquier otra búsqueda (como la de los héroes de novela), no está separada de la búsqueda de un yo interior, más auténtico y verdadero.

DTZ

1 comentario:

  1. LA LUZ

    En el centro arde la luz:
    Dios no está sordo,
    vibra su oído en el silencio
    y templa la dentellada hambrienta
    que fustiga el aire.

    Dios no está ciego,
    amanece en el ojo del sol,
    rompiendo la tiniebla;
    sonríe mientras suelta sus amarras.

    Dios no está manco,
    del fatuo espejo a la tierra fértil
    mueve su mano,
    camino,
    hay sólo un paso.

    Dios despierta, se despierta en mí,
    rompe el bostezo de ceniza...
    Yo frente a mí, dentro de mí,
    en el centro arde la luz...
    ¡Dios no está muerto!

    -EO

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