domingo, 28 de agosto de 2011

Escaleras en el abismo



Pensaba bautizar a la columna algo así como “La semana alegre”, recomendado por Tick- Tack, un amigo. La idea me pareció fantástica hasta que me di cuenta de que con narcofosas, secuestros, asesinatos en efecto dominó, cadáveres que se suman en la calle, entre otras crudezas del menú diario, sería difícil tener una semana alegre, así, con toda la extensión de sus palabras. El nombre quedó, tristemente, fuera de la lista. Parecía una especie de ideal utópico de hace más de cien años, otra fecha a la que también se le hacía tarde por presenciar el fin. Y justo cuando pensé eso, ¡voilà! Me percaté de que la idea siempre había estado ahí, como el apocalipsis, como el dinosaurio y Monterroso. Noté que dentro de la cueva más oscura, también hay tenues reminiscencias de luz, que en el día más funesto, la noche lo sobrecoge con suspiros y que es de esta forma en la que tenemos que trabajar para conciliar, aunque sea, una sonrisa con un llanto. ¿Por qué? Porque siempre van de la mano, así, la carcajada más estruendosa puede ser consecuente de la tristeza más profunda. Dentro del fin está la semilla del inicio. Diría Armando Bartra que el mismo veneno produce su antídoto. Muchos ven venir amenazadoramente la destrucción de toda posibilidad de supervivencia y, sin embargo, se resisten a morir. Algunos nos aferramos a las letras con la esperanza de hacer algo contra lo absurda que se ha vuelto nuestra sociedad, contra la incongruencia de nuestros pseudo-políticos, contra lo alejada que se encuentra la salida de la caverna. Si Platón viviera se pegaría un tiro. No podemos confiar que de entre los escombros, haya una suerte de generación espontánea (más de la que ya hay), sino tendríamos más ratas de las que necesitamos, pues hay tantas coladeras, tantos desperdicios, tantos cadáveres, tana mierda, que ya no es extraño verlas, incluso, en los paseos familiares de aquellos adinerados que tiran todo, que tiran basura, dinero, amigos, países. De estas posibilidades de resistencia y antídoto, de las criaturas habitantes en las entrañas de la ciudad y del camino paradójico que es el subir y el bajar por la misma escalera les vendré a platicar, de vez en cuando, en cualquiera de sus peldaños. No queda de otra. Nos toca construir desde el abismo para salir de él.

Rolando Ramiro Vázquez Mendoza







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