martes, 28 de febrero de 2012

Disertaciones sobre The Thanatos Syndrome (1978) de Walker Percy

The Thanatos Syndrome (1978) de Walker Percy, el desencanto de la utopía postmoderna avalada por la ciencia
María del Carmen García López / José Roberto Viveros Castillo
Telecápita 2011

Vivimos una era de thanatos en la cual el ser se desvanece, revela Walker Percy en su novela The Thanatos Syndrome (1987). Este autor norteamericano de la segunda mitad del siglo XX –notablemente influenciado por Søren Kierkegaard, Charles Sanders Peirce, y una axiomática inclinación hacia la fe católica– señala el fracaso de una utopía sustentada en la consigna de que la ciencia trae consigo el progreso, y sólo el bienestar para el género humano.
A la manera de Brave New World (1932) de Aldous Huxley, la comunidad científica en The Thanatos Syndrome (1987) aspira instaurar una sociedad perfecta. A través de la supresión del sistema límbico, también conocido como el super-yo en palabras de Freud, los científicos pretenden erradicar las plagas sociales de la novela. Mediante la administración de sodio pesado (Na-24) disuelto en el suministro de agua local, el programa de calidad de vida denominado Blue Boy terminará por eliminar lo que Kierkegaard llama la ‘angustia’, seguido por una pérdida gradual de la consciencia, y finalmente, la eliminación de toda esperanza redentora a través de la compleción del ser (Kierkegaard, 1849/2004: 43).
Este procedimiento, como explicaremos más tarde, implica coartar totalmente la libertad del individuo, un sacrificio que los científicos creen necesario para alcanzar la utopía del bienestar común. Pues, “Cualquier sociedad tiene derecho a protegerse a sí misma…aunque ello implique una supresión temporal de los derechos civiles” (1987/1992: 256) explica Van Dorn, líder del proyecto Blue Boy.
Sin embargo, contrariamente a la sociedad perfecta idealizada por la ciencia en la novela, la felicidad como fin supremo se vuelve irrealizable, ya que ha sido desprovista de significado al igual que casi todas las palabras. La ciencia como institución se convierte en opresora del individuo, pues lo manipula y deshumaniza hasta el grado de anular su dignidad. De acuerdo con Francisco Fernández, en Utopías e ilusiones naturales (2008),  esto es la distopía.
En un mundo que lucha por erradicar los sistemas totalizadores de la verdad, la ciencia intenta proclamarse única fuente legítima para explicar la realidad, por encima de la concepción religiosa. El doctor Thomas More, personaje principal y narrador equisciente, será quien reconcilie en sí mismo las dos visiones del mundo que se disputan la posesión de dicha verdad suprema: ciencia y religión. Asimismo, el escepticismo como rasgo predominante en este personaje, le permite mantener en equilibrio ambas perspectivas; pues lo emparenta con la esencia divina de la única palabra que en la novela conserva su significado: judío (1987/1992:150). De esta forma, su escepticismo actúa como un arma de dos filos que lo incapacita tanto para confiar plenamente en el dogma religioso, como para involucrarse en el experimento que fraguan sus colegas.  
En Thomas, arquetipo del individuo posmoderno, conseguimos evidenciar de acuerdo a la explicación de Jean-François Lyotard en su texto The postmodern condition: A report on knowledge (1979), como la percepción de la humanidad se ha ido fragmentado para permitir que cada sistema legitime una parte de la realidad, y mediante la suma de todas estas visiones complementarias, alcanzar finalmente la verdad suprema.
The Thanatos Syndrome (1987) favorece la definición de postmodernidad aportada por Lyotard, simplificada en una consigna de “incredulidad frente a las metanarrativas o supernarrativas” (Barry, 2002/2009:82). Desde el primer capítulo, Thomas señala que “el genio consiste no en hacer grandes descubrimientos sino en detectar el nexo existente entre los descubrimientos parciales” (1987/1992:11); frase que más tarde se revela de la autoría de Charles Sanders Peirce. Por esta razón, la novela en conjunto sucede en mininarrativas, es decir, “explicaciones parciales de la realidad que aplican a circunstancias locales” (Barry, 2002/2009:82).  
A través de una comparación de casos, Thomas logra identificar en los síntomas comunes de sus pacientes –cambios en la conducta sexual y verbal, como respuestas fuera de contexto (1987/1992: 87-88)–, el nexo que le guiará a un resultado concreto: una  pérdida de la ansiedad manifestada anteriormente en ellos, es decir, una pérdida del ‘yo’ en su totalidad (1987/1992: 46).
Cuando los doctores de Blue Boy tratan a las personas con sodio pesado, devolviéndolos a la condición de primates (1987/1992:226), obtienen resultados satisfactorios a nivel social e individual según los objetivos previstos, tales como la reducción en los niveles de criminalidad, depresión, homosexualidad, embarazos juveniles, SIDA, y un aumento en la capacidad de aprendizaje y memoria. No así, efectos secundarios  como: un desequilibrio en la relación entre signo y significante, la pérdida de sensibilidad para las reglas de comportamiento social –cambios en la moral–, y una inestabilidad en las emociones al ser afectado el cerebro medio –lugar donde yacen el temor, la agresión, la afectividad, la alegría intensa y la angustia– han sido erróneamente descartados en su potencial pernicioso para el ser. Las implicaciones de esto pueden ser evidentemente catastróficas en el equilibrio de la consciencia humana, si tomamos en cuenta que el cerebro medio (neocórtex) no es solamente el lugar donde la vida emocional adquiere un sentido mediante el concepto de amor, moral, entusiasmo o venganza; sino que también es el área cerebral que nos capacita para aprender y solucionar problemas tales como diseñar la bomba atómica.
A nivel narrativo, Thomas descubre en sus pacientes, por medio de las diferentes mininarrativas y con la ayuda del padre Smith –personaje secundario–, el mal que fluye por las venas de Feliciana, escenario de la novela. Mientras que a nivel histórico, Percy devela ante el lector el verdadero ‘síndrome del thanatos’ implícito en la condición postmoderna del ser humano del siglo XX: la ternura exterminadora.
La literatura postmoderna, dentro de la cual queda comprendida la novela The Thanatos Syndrome (1987), surge en una era de caos mundial. Pensemos en eventos tales como el Holocausto (1940-1945), la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki (1945), la Guerra Fría (1947-1991), el Muro de Berlín (1961), la Revolución Cultural China (1966-1976), entre otros.
Reflections upon War and Death (1918), de Sigmund Freud, es una obra que analiza las consecuencias psicológicas de este periodo de muerte, específicamente durante la Primera Guerra Mundial (1914). Freud hace énfasis en el sentimiento de desilusión reflejado en la discrepancia de la moral. Por un lado, la guerra incita al ser humano a practicar la crueldad hacia sus semejantes como una respuesta natural; aunque por el otro, también le exhorta a reflexionar acerca de la muerte, cuya fuerza devastadora es palpable en los numerosos decesos originados por los conflictos bélicos.
El desarrollo de la ‘angustia’, explica Freud, es el resultado directo del ‘yo’ frente a un riesgo inminente, que en el caso específico de la novela nos refiere a la clasificación de ‘angustia realista’. Este tipo de angustia se define como una manifestación de autoconservación, cuya respuesta frente al peligro se distingue por una mezcla de afecto y acción de defensa (1916/1917).
Dicha descripción en conjunto con los hechos históricos previamente mencionados, quedan expuestos en la novela a través de las palabras del padre Smith:

Nunca en toda la historia de la humanidad había habido tantas almas civilizadas, de corazón tierno, como las que habitan nuestro siglo… Pero nunca en toda la historia del mundo ha habido tal cantidad de gente asesinada… Las almas de corazón tierno han asesinado a más gente, en nuestro siglo, que los bárbaros en todos los siglos precedentes. […] Hermanos míos, dejadme que os diga adónde nos conduce la ternura […] ¡A las cámaras de gas! (1987/1992: 413)

Percy señala cómo el síndrome del thanatos se manifiesta en la necesidad humana de imponer muerte sobre aquellos que sufren; idea sustentada en el ensayo de Freud “Más allá del principio del placer” donde aparece el concepto de pulsión de muerte, más tarde denominado thanatos por Wilhelm Stekel. La pulsión de muerte, en oposición al eros, se dirige en primera instancia hacia el interior con un propósito de autodestrucción; subsecuentemente, exteriorizándose en forma de pulsión agresiva o destructiva. En otras palabras, Freud pone en evidencia la inclinación que todas las cosas animadas en la naturaleza experimentan por regresar a un estado previo inanimado y pre-orgánico (1920/1996).
Esta idea es medular en la trama de The Thanatos Syndrome (1987), ya que Percy deja al descubierto una realidad en la cual la exterminación –eutanasia u holocausto– se ha convertido en sinónimo de compasión: “[…] por primera vez en la historia hemos alcanzado el significado pleno del término griego eu […] Eu significa bueno” (1987/1992: 403). Estas son las palabras de Bob Comeaux, miembro de Blue Boy.
Aquí se despliega otro elemento fundamental en la obra de Percy: el lenguaje. Tal como explica Lyotard (1924/1998), el sujeto ha sufrido una fragmentación debido al desarrollo vertiginoso de las nuevas tecnologías, pero como el lenguaje no se desarrolla a la misma velocidad que la realidad, se crea un desbalance anacrónico que dificulta explicar la vida diaria por medio de palabras adecuadas. Esta situación complica el entendimiento de nuestro ‘yo’ e interfiere en la comunicación con nuestros semejantes.
En efecto, si el espíritu de la época lleva a estos dos personajes a buscar lo ‘bueno’ –eu–,  una solución pertinente a la caótica condición del ser humano postmoderno, tal como expresa Comeaux dirigiéndose a Thomas:

[…] los dos buscamos lo mismo: cosas como reducir el sufrimiento en este mundo y conseguir que los criminales sean mejores. […] no puedes brindarme una sola razón para justificar que lo que yo hago sea incorrecto. (1992:398)

Ambas partes han entendido de manera diferente el mensaje y son incapaces de ponerse de acuerdo.  Comeaux y su grupo de doctores en pro la calidad de vida interpretarán eu como eutanasia, pedeutanasia, gereutanasia, en fin, imponer la muerte como única solución viable para terminar con el sufrimiento humano. Mientras que Thomas y el padre Smith entenderán eu como la ayuda que necesita el prójimo de un guía que comparta sus miedos, y les aliente a enfrentarlos.
Thomas es incapaz de articular un discurso convincente sobre la lógica de su escepticismo frente a la panacea científica propuesta por Comeaux: “¿quién se va a oponer a la neutralización del crimen, el suicidio, el SIDA, y las mejoras en tu vida sexual…?” (1987/1992:254). No obstante, Thomas sabe también que el equipo de Blue Boy atenta contra la dignidad humana, manipulando la voluntad de sus semejantes a cambio de alcanzar una utopía artificial.
El sodio pesado (Na-24) en el suministro de agua local de Feliciana actúa sobre el pensamiento abstracto de sus consumidores, provocando que sus respuestas sean cortas y controladas. Indica Comeaux, haciendo referencia al tema, que:

Estamos en una era diversa de la comunicación; basta de andar escribiendo sobre «lo que hice el pasado verano» […] Han entrado la fase de la comunicación gráfica y de tipo binaria […] bastante más precisa (1987/1992:232).

De esta manera, ya que el lenguaje se define en comunidad, los personajes quedan incomunicados porque las palabras han sido aisladas de la realidad. Es decir, no es la época lo que destruye al ser, sino la incapacidad para determinarse a sí mismo y a su realidad a partir del uso del lenguaje con sus semejantes.
Al respecto, la novela también menciona cómo a través del lenguaje, el ser humano adquiere la consciencia de su persona y un lugar como individuo en la sociedad a la que pertenece. En este caso, considerando que Freud apunta a la lengua como manifestación del eros, podemos entender porque Thomas reconoce las consecuencias del Na-24 como una solución para reducir los síntomas del thanatos, pero no para curar el síndrome –la ternura exterminadora–. Más aún, Thomas advierte que el Na-24 en grandes cantidades afecta el equilibro del eros y thanatos, eliminando el ‘superyo’ y por ende la conciencia. De esta manera, la condición postmoderna del hombre, manifestada en la pérdida de consciencia de su humanidad, dará rienda suelta a los deseos reprimidos: eros y thanatos; alejando al ser cada vez más de cualquier tipo de trascendencia posible.
Cuando el padre Smith habla de la ternura exterminadora, la situación ficticia de la novela se equipara con la realidad del hombre postmoderno. En la homilía narrada en los últimos capítulos, Smith pide a los partidarios de tal ternura resistir el impulso exterminador, señalando que el monopolio de la razón, como el valor más poderoso, ha caído en manos equivocadas. Tal como los nazis lograron despojar conceptualmente a los judíos de su dignidad para luego aniquilarlos físicamente; los doctores a cargo de Blue Boy han erradicado todo resquicio de humanidad en las personas tratadas con sodio, pues suprimen el lenguaje que les concedía un lugar como seres racionales dentro de la sociedad.
The Thanathos Syndrome (1987) proyecta una filosofía centrada en cómo los seres humanos buscamos “una forma de vivir, y vivir la vida que conocemos” (Blackham, 1961:2). Percy expresa su preocupación por la condición posmoderna de la humanidad, en la cual, la gente ha decidido conducirse ciegamente por la ciencia, dejando de lado la parte espiritual en la concepción del mundo –la importancia de la fe, la religión y Dios–.
La condición posmoderna del ser humano según Percy, resulta de una atenuación en el legado de la cristiandad, así como del impacto producido por la revolución científica (1975:20). Mientras para la religión, el hombre es proclamado un ser sagrado y único; para la ciencia, es simplemente otro organismo tratando de sobrevivir (1975:20). Esta dicotomía confunde la consciencia humana (1975:25), propiciando una doble moral e impidiendo justificar una elección contundente hacia una u otra posición.
Desde el punto de vista de Kierkegaard, el desvanecimiento de los valores cristianos en la consciencia humana es una explicación del estado incompleto que sufre el ser. La falacia de que a mayor avance tecnológico, mayor sería el beneficio y comodidad para el ser humano, resultó por el contrario en severos casos de alienación. En la novela, dicha alienación se refleja en lo que Percy describe como ‘el síntoma permanente del alejamiento del hombre de Dios’ (1975:26), razón por la cual el hombre queda ahora ‘incomuninicado’(1975:26), no solamente consigo mismo y sus semejantes, sino también con Dios.
The Thanatos Syndrome (1987) deja entrever la cosmogonía del sur de los Estados Unidos: el dogma cristiano de un universo teocéntrico, basado en la posición estoica clásica de que un mundo sin dioses no tiene esperanza (Young, 1983: 155); así como una preocupación existencial acrecentada por los conflictos bélicos del siglo XX. Aquí es donde la filosofía de Kierkegaard (Desmond, 1944:4) participa como fuerza primaria en el relato.
En la novela, la ciencia ha quebrantado el ciclo de las viejas teologías Judeo-Cristianas, causando un desbalance entre eros y thanatos, y abriendo un camino conformado por tres etapas marcadas hacia la pérdida gradual del ser. Tales etapas son los diferentes tipos de angustia señaladas por Kierkegaard en su libro The Sickness unto Death (1849), cuyos efectos se ciernen sobre los personajes en The Thanatos Syndrome (1987) marcando una conexión entre consciencia, ser, y enfermedad de thanatos.
Thomas More se adhiere al tipo de angustia caracterizada por “wanting in despair to be oneself” (1949/2004:43) –desesperado por querer ser uno mismo–; mientras que las personas tratadas con sodio pesado, quedan comprendidas en la clasificación de “being uncounscious in despair of having a self” (1849/2004:43) –la desesperación que se ignora–. Finalmente, los científicos a cargo de Blue Boy pertenecen al grupo de “not wanting in despair to be oneself” (1849/2004:43) –desesperado que no quiere ser el mismo–.
La angustia, entendida como una enfermedad del espíritu (Kierkegaard, 1849/2004:43), debe ser eliminada por completo de la raza humana para dar paso a la utopía según los científicos de Blue Boy. Sin embargo, su condición de “non wanting in despair to be oneself” (1849/2004:43) los conduce equívocamente hacia la erradicación de la única cura posible para el síndrome del thanatos: la aceptación de dicha angustia. La búsqueda de la utopía se convierte entonces en un síntoma más de su enfermedad,  ya que los medios para conquistarla terminan sacrificando lo que debieran salvar: la humanidad.
Para Walker Percy, la angustia precisada por Kierkegaard es un mecanismo para salvar al género humano, pues al mismo tiempo que se explica como un impulso biológico que preserva la vida, también revela la urgencia por salvarla eternamente según la perspectiva teleológica.
Thomas More y el padre Smith recrean la historia de la salvación del género humano. Antes de que ellos enfrenten a la comunidad científica, el ser estaba condenado a morir para siempre a causa de haber sido despojado de su voluntad para elegir entre vida y muerte, de su consciencia del pecado, y del equilibrio entre sus pulsiones de eros y thanatos. Cabe remarcar que en este punto el eros se traduce como la angustia –poseedora de un tinte esperanzador como llave del paraíso– que impulsa al ser a su compleción. Desde esta perspectiva, la angustia se vuelve una prueba más de la actuación de Dios en la vida humana.
A través de esta novela, Percy invita al hombre postmoderno de occidente a revalorar la realidad de la angustia como el camino a la redención. De la misma manera,   su ensayo “The Delta Factor” (1975) elucida el fracaso de los planes de la ciencia por recrear terrenalmente el paraíso prometido –metáfora del Nuevo Edén (1975:24)–. Para la ciencia, el dogma de la caída del hombre a causa del pecado inicia la desgracia humana. Sin embargo, negar dicha caída y la angustia como parte esencial de un plan maestro, significa perder la oportunidad de participar de la salvación.
Después de ‘la caída del hombre’, este se transformó en un ‘peregrino’ o ‘explorador de su propia salvación’ (Percy, 1975:18), en otras palabras, un perseguidor de la utopía. Durante la segunda mitad del siglo veinte, las nuevas generaciones desengañadas por los fracasos continuos de las metanarrativas existentes, deciden buscar su propio camino en las utopías personales, y vuelven su mirada hacia las mininarrativas creadas por un lenguaje significativo que les permitía entender su realidad individual como parte de la verdad suprema.
El desencanto de la utopía postmoderna recae en la asimilación de que la ciencia como metanarrativa no responde a las necesidades existenciales de la humanidad. Como podemos constatar al final de la novela, la ciencia no fue capaz de traer felicidad plena al ser, muy al contrario, liberó fuerzas destructoras irracionales contrarrestadas solamente por explicaciones complementarias. En conclusión, entendemos que el hombre no alcanza su plenitud a través de la razón y el progreso material, sino a través de la consciencia de la propia existencia.

Referencias
Barry, P. (2002/2009). Beginning theory an introduction to literary and cultural theory. 3rd edition. N.Y.: Manchester University Press.
Blackham, H. J. (1961). Six existentialist thinkers. N.Y.: Routledge.
Desmond, J. F. (2009). Cosmos revisted: belief and the “future” of Walker Percy. Renascense, 62 (1, 63-82). Retrieved Sept 10th, 2010 from Academic Search Premiere Database.
Fernández Buey, F. (2008). Utopías e ilusiones naturales. El Viejo Topo: Barcelona, España.
Kierkegaard, S. (1849/2004) The sickness unto death. England: Penguin.
Lyotard, J. F. (1984). The Postmodern Condition: A Report on Knowledge. Geoff Bennington and Brian Massumi (trans.), Minneapolis: University of Minnesota Press.
Percy, W., tr. Collyer, J. (1987/1992). El Síndrome del Tánatos. Colección Fin de Siglo. México: Grijalbo.
Percy, Walker (1975). The message in the bottle. New York: First Picador USA Edition.
Sigmund, F. (1920/1996). Más allá del principio del placer. Madrid, España: Biblioteca Nueva.
Sigmund F. (1916 – 1917). La angustia Obras completas, vol. XVI. 25ª conferencia UTC (mayo, 2008).
 Young, Thomas D. (1983). El pasado en el presente: estudio temático moderna del sur de los Estados Unidos. México: Noema Editores.

María del Carmen García López / José Roberto Viveros Castillo: Universidad Veracruzana, Facultad de Idiomas, Campus Xalapa, Ver. Estudiantes de licenciatura en Lenguas Inglesa y Francesa, área de literatura.

sábado, 25 de febrero de 2012

Ponencia de Patricia Romero en Telecápita 2011



La (im)posibilidad de la escritura en La jornada de la mona y el paciente de Mario Bellatin
 Patricia Romero
Telecápita 2011 

Disimular es fingir no tener lo que se tiene.
Simular es fingir tener lo que no se tiene.
Jean Baudrillard

I. Introducción
La posmodernidad se presenta como una fuga –y una crítica– de los modelos que optaban por la determinación, la totalidad, lo canónico y lo estereotipado: en suma, por la modernidad. En nuestra era, caracterizada como posmoderna, es evidente la ruptura de esquemas en relación con expresiones modernas en todos los ámbitos culturales, incluido el de la creación literaria.
Las nuevas formas de narrar aparecen como un medio de liberación de la represión intelectual que ejercen sobre la escritura los modelos canónicos. Las nuevas propuestas ya no plantean una totalidad o una universalidad en la escritura, debido a que, como lo menciona Jean-François Lyotard, “existe una crisis cultural como consecuencia de la pérdida de la fe en las metanarrativas, en especial la del progreso positivista”.[1]
Es aquí donde sitúo La jornada de la mona y el paciente, libro en el que Mario Bellatin, más que interesarse en la propuesta de una historia lineal o determinada, la fragmenta, y centra su atención en la propia escritura, la hace y al mismo tiempo la deshace, la pone en jaque, juega con ella y la re-propone en formas nuevas, y al mismo tiempo, en las mismas. De esta manera, considero que la propuesta general de la obra es la (im)posibilidad de la escritura, sus diferentes formas y los medios como (y en que) puede, o no, ser producida. Esta (im)posibilidad conduce al cuestionamiento sobre la escritura, en términos de la relación con el mundo, con la referencia o el referente y la verdad, lo que, a su vez, conduce al simulacro. Así, este análisis partirá de la idea de que en la novela de Bellatin lo que prevalece es el simulacro, en el sentido en que Jean Baudrillard se refiere a él: “la simulación no corresponde a un territorio, a una referencia, a una sustancia, sino que es la generación por los modelos de algo real sin origen ni realidad: lo hiperreal”.[2]

1. Simulacro
Jean Baudrillard menciona en el libro Cultura y simulacro que “la era de la simulación se abre con la liquidación de todos los referentes”;[3] de esta manera, sería casi imposible buscar un punto inicial en el cuál poder asirse con toda seguridad, pues la indeterminación –que no es otra cosa que la abolición de las relaciones– impide, en primer lugar, que éste sea localizado, y en segundo, que se tenga una certeza de qué es o dónde está “en realidad” el origen. De igual manera, “para Barthes, la escritura no emana de un centro u origen creadores, sino que, más bien, consiste en un espacio multidimensional en el que se entrecruzan y colisionan una variedad de escrituras, ninguna de ellas original”.[4]


2. Fragmentación del espacio y el tiempo
La jornada de la mona y el paciente es bastante compleja, desde su contenido hasta su estructura. En esta ocasión Bellatin “reitera –como lo dice Jorge Moch– esa manera de escribir afortunadamente escurridiza a las taxonomías”,[5] lo que resulta en un aparato complejo, una sucesión de fragmentos que no guardan una relación aparente, pero  mediante ellos se logra una serie de juegos con la voz narrativa, los tiempos y las acciones. De esta manera, dice el crítico:

La mona salta para escapar, el padre del protagonista salta en pos de ella, y ese salto al vacío dimana una burbuja que rompe no solamente la estructura tradicional de espacio tiempo […] sino el canon de la escritura narrativa, rasgo característico de las novelas bellatinianas.[6]

Como se dijo, el inicio de la obra se ve alterado drásticamente después del salto de la mona y el padre; a partir de ese momento, la historia toma otro giro; los personajes, el tiempo, la acción y la voz narrativa parecen modificarse. Ejemplo de esto es cuando se habla de la mona. Bellatin extiende la historia por tres páginas, y al llegar a la cuarta, el lector se da cuenta de que resulta imposible continuar dicha historia porque la voz narrativa cambia. De igual manera, hay una pérdida del lugar y del tiempo, se desconoce la voz del hablante y su ubicación en la historia. Un ejemplo de la pérdida de una continuidad entre la voz narrativa, el tiempo y el espacio es el siguiente:

Se me dice que para mejorar la situación debo enfrentar la vida tal como debe ser. Es decir, salir de la tabla en la que suelo situarme –el analista la acaba de bautizar como Olimpia– […] También se le dice al paciente que es hasta cierto punto normal su aversión a la calle. […] Ahora la escritura ocupa todo el tiempo. Una escritura que dudo pueda ser trasmitida.[7]


Así, es evidente que no existe la posibilidad de seguir una narración lineal, y en realidad sería absurdo buscarla, puesto que, como lo menciona Rafael Lemus: “La línea recta sería, en este caso, decepcionante. Si la obra de Bellatin marchara verticalmente, avanzando siempre en un mismo sentido, postularía una idea ya vencida: el progreso”.[8] De esta manera, la forma fragmentada en que se construye la narración desestabiliza el referente, nos tambalea y nos separa cada vez más del origen; como menciona Jean Baudrillard: “la era de la simulación se abre, pues, con la liquidación de todos los referentes”.[9]
Ahora bien, las alusiones a la escritura, también fragmentadas, se presentan de esta manera:

Estas caídas, la del padre yendo detrás de una mona furiosa, pueden ser similares a la no libertad de escritura. Lo he pensado más de una vez, a diferencia de la cura analítica –en la que el paciente pretende inscribirse-, cuando alguien se decide a escribir algo tendrá que escribir solo y únicamente sobre lo que está escribiendo. Se le ha negado el derecho al escribiente de ir construyendo una escritura abierta […] Ya encontré una clave. La llave de todo, estoy más que seguro, se encuentra en la propia escritura. […] Siento temor por la propia escritura […] Se trata de una escritura, la actual, hasta cierto punto enferma.[10]

Al final de la narración podríamos considerar que fue el salto de la mona y el padre el que disparó la mayoría de los acontecimientos, más no queda claro si en verdad esto es así. Lo que sí es obvio es que este elemento ayuda a plantear la escritura y sus (im)posibilidades.
Después de esto, es evidente que la fragmentación resulta, en definitiva, necesaria, puesto que se precisa de ella para poner sobre un hilo la historia y la escritura, sus formas y sus medios. Así, esta desestabilización de los referentes nos conduce, una vez más, al simulacro.
.
3. Las historias detrás de la historia
Otro recurso de la ficción posmoderna que está presente en este artefacto bellatiniano es el favorecimiento de las pequeñas historias. Como lo menciona Antonio Sobejano-Morán: “al desplazamiento del mito también corresponden las numerosas historias narradas dentro de la obra, las cuales constituyen nuevas versiones que se alejan del relato central”.[11] Así, el libro se desarrolla bajo una técnica rizomática, es decir, las pequeñas anécdotas en que se fragmenta la obra son una especie de rizoma que mantiene siempre el principio de conexión y de heterogeneidad, el cual dice que “cualquier punto del rizoma puede ser conectado con otro cualquiera, y debe serlo. […] Un rizoma puede ser roto, quebrado en cualquier parte, y vuelve a brotar siguiendo tal o cual de sus líneas y aun otras líneas”.[12] Esto explicaría el hecho de que los fragmentos no mantengan una individualidad, sino que puedan, en determinado momento, agruparse como segmentos dispersos. De esta manera, intentar establecer algún punto de origen resulta casi imposible, en tanto que las constantes rupturas y nuevos comienzos en la historia dificultan la localización de la punta en la madeja de hilo de la narración.
La estrategia de Bellatin resulta bastante acertada si consideramos que, como dice Alberto Chimal, “Sus libros pueden leerse como fragmentos de una serie o estructura mayor, en vez de entregas aisladas o variaciones sobre elementos conocidos, y además es una estructura que no se subordina a una trama general”.[13]
Así, la fragmentación de la obra en pequeñas historias nos conduce, nuevamente, a la noción de simulacro, pues la condición rizomática hace que el texto llegue a una confusión tal que ya no es posible establecer un referente original, sino que todas las nuevas historias van desencadenándose mutuamente, van siendo el referente de la que les precede, es decir, aquella historia que surgió primero no vuelve jamás a su punto de origen, sino que continua sobre sí misma y a partir de ahí da continuidad a las siguientes. Nos encontramos entonces con un ir y venir, el referente parece moverse de un lado a otro, provocando, en cierto momento la sensación de tenerlo ausente.

5. Consideraciones finales
En conclusión, se dice que La jornada de la mona y el paciente se presenta como un artefacto en tanto que su complejidad –presente por igual en su contenido y en su estructura– la hace parecer un aparato superestructurado, un instrumento que el lector se ve en la necesidad de armar en el intento de extraer un sentido general de la historia. La suma de los múltiples fragmentos que conforman la historia consigue producir un efecto desestabilizador, algo así como los explosivos, pues la fragmentación y toda la composición de la obra no permiten una certeza, ni una sensación tranquilizante, sino más bien lo contario: una rara perturbación.
Sin duda, esta obra se estructura como un juguete sin armar para poder mostrarse como una liberación de la represión intelectual, como la oposición contra lo lineal y lo canónico de la era moderna. La fragmentación, el elemento desestabilizador, es una posibilidad para lo (im)posible, puesto que no hay mejor manera de poner en jaque la escritura más que escribiendo sobre ella misma, construyéndola y reconstruyéndola. Así, se crea una incertidumbre sobre una realidad que parece tangible, el más asible de los instrumentos es del que se duda, como dice Bellatin al final de la obra, después de todo esto “¿se podrá comenzar a escribir?”

Bibliografía
Baudrillard, Jean. Cultura y simulacro, traducción de Pedro Rovira, Barcelona, Kairós, 1978.
Bellatin, Mario. La jornada de la mona y el paciente, Oaxaca de Juárez, México, Almadía, 2006.
Chimal, Alberto en Las historias, blog de autor, consultado a través de http://www.lashistorias.com.mx/index.php/archivo/una-teoria-en-marcha/, septiembre de 2011.
Deleuze, Gilles y Félix Guatari, Rizoma (introducción), México DF, Minuit, 2ª edición, 1981.
Lemus, Rafael. “La escritura doblemente radical”, en Letras libres, abril de 2007.
Moch, Jorge. El salto al vacío o la vida escribiendo, publicado en La Jornada semanal, Domingo 12 de agosto de 2007 Num: 649, consultado a través de http://www.jornada.unam.mx/2007/08/12/sem-leer.html?#directora, septiembre de 2011.
Sobejano-Morán, Antonio. Metaficción española en la posmodernidad, Barcelona, Gyersa, 2003.


[1] Jean-François Lyotard, parafraseado por Antonio Sobejano-Morán en Metaficción española en la posmodernidad, Gyersa, Barcelona, 2003, p. 2.
[2] Jean Baudrillard, Cultura y simulacro, traducción de Pedro Rovira, Kairós, Barcelona, 1978, p. 5
[3] Ibid, p. 7.
[4] Roland Barthes, parafraseado por Antonio Sobejano-Morán en op, cit., p. 8
[5] Jorge Moch, El salto al vacío o la vida escribiendo, publicado en La Jornada semanal, Domingo 12 de agosto de 2007 Num: 649, consultado a través de http://www.jornada.unam.mx/2007/08/12/sem-leer.html?#directora, septiembre de 2011
[6] Idem
[7] Mario Bellatin, La jornada de la mona y el paciente, Almadía, Oaxaca de Juárez, México, 2006, p. 29
[8] Rafael Lemus, “La escritura doblemente radical”, en Letras libres, abril de 2007, pág. 109.
[9] Jean Baudrillard, op, cit., p. 7
[10] Mario Bellatin, op, cit., p. 15
[11] Antonio Sobejano-Morán en op, cit., p. 125
[12] Gilles Deleuze y Félix Guatari, Rizoma (introducción), Minuit, 2ª edición, México, DF, p. 12 y 17.
[13] Alberto Chimal, en Las historias, blog de autor, consultado a través de http://www.lashistorias.com.mx/index.php/archivo/una-teoria-en-marcha/, septiembre de 2011