lunes, 5 de diciembre de 2011

Entrevista a Rüdiger Safranski


Propone Rüdiger Safranski recuperar la imaginación, la creatividad y la libertad

"El problema del narcotráfico tiene causas sociales pero algo que puede ayudar desde luego son las fuerzas del buen espíritu"

Uno de los objetivos principales de Telecápita en la 25 Feria Internacional del Libro de Guadalajara era conversar con el filósofo alemán Rüdiger Safranski, uno de los invitados capitales de la delegación alemana, la invitada de honor en esta edición del máximo evento cultural de nuestro país y de Hispanoamérica. Sin más. La primera vez que lo vimos fue en su llegada a la sala de prensa de la FIL, lugar donde tomamos cientos de tazas de café y redactamos la mayoría de estas y otras informaciones que hemos podido ofrecerles. Nuestra primera sorpresa fue encontrar en Safranski a un hombre bastante ligero, sonriente, hasta amigable que contestó con mucha profundidad, tino y claridad las preguntas de los reporteros. Ahí tuvimos la oportunidad de preguntarle: ¿qué perdía un país que poco a poco pierde y deja de interesarle la filosofía?, es decir, una descripción, al caso, de un país como México. Safranski contestó con una respuesta larga. Al finalizar la conferencia nos acercamos con él, nos presentamos y él se comportó muy atento con nosotros. Nos dio su tarjeta. Y con sus representantes concertamos una entrevista para el día siguiente, el sábado por la mañana, en el lobby del hotel Hilton, que se ubica enfrente de la Expo Guadalajara, donde se monta año con año la FIL.

Como buenos mexicanos, salimos un poco tarde del hotel (ese día nos tocaba hacer check out y la cita de la entrevista era a las 1245 del día, en pleno apogeo solar), y llegamos a la entrevista justo a tiempo. En el lobby del Hotel Hilton (ni más ni menos, el hotel de un icono de la moda, Paris Hilton, es la morada estacional para la élite cultural que acude a la FIL), Safranski contestaba a las preguntas de un reportero local de nombre Ariel, "como el de la Tormente (sic) de Shakespeare", dijo el mexicano al filósofo cuando se iba. El lobby tiene buena temperatura pero Safranski prefería el aire fresco, así que tomó asiento en una terraza. Pero a esa hora el sol se encontraba justo sobre nuestras cabezas. Una vez que tomamos asiento, luego de que Fabiola Bautista, representante de editorial Tusquets nos presentara, el señor Rüdiger, vestido con un pantalón de vestir color caqui un tanto arrugado (como los que le gusta usar a Ricardo Piglia, supongo que por ligeritos) y una camisa color negro de manga corta, decidió levantarse de su asiento al tiempo que nos sugería cambiar de asiento a todos en grupito: a nosotros, a la traductura y a él, por supuesto. Como buen paje, me adelanté a mover la mesa de tal modo que donde se colocara el Dr Safranski no le cayera el sol, e inmediatamente después comenzamos la entrevista. He aquí el resultado:

Cuando se cortan cabezas, preferible ser románticos

En la actualidad, podemos contar en el mundo alrededor de cinco filósofos vivos realmente necesarios. Uno de ellos es el alemán Rüdiger Safranski, amigo de otro de los integrantes de esa élite de filósofos, Peter Sloterdijk. Juntos han sostenido una de las amistades más prolíficas e interesantes en la historia de las ideas, y dirigen desde hace algunos años el singular programa de televisión El cuarteto filosófico, que se transmite por la cadena alemana ZDF, con lo que demuestran que la filosofía no está peleada con las transformaciones de la civilización y más bien necesita inmiscuirse hasta el fondo de ella como un extraño al que invitan a una fiesta.

La amistad, la subjetividad, el pensamiento creativo, el romanticismo son temas de interés para este filósofo de quien se han publicado en los últimos años verdaderas joyas de historia filosófica, libros editados por Tusquets: Romanticismo. Una odisea del espíritu alemán (en el que transita de los primeros románticos hasta su reverberación en las novelas de Thomas Mann, ya en los años del nacionalsocialismo), Schiller (libro sobre el autor de las Cartas sobre la educación estética); y el más reciente, Schiller y Goethe. Historia de una amistad.

La lengua alemana es enérgica. El sol cae a plomo en la terraza del restaurante en que conversamos con Safranski en la ciudad de Guadalajara, quizá por eso el filósofo alemán parece molesto. Pero no, en realidad es atento, su gesto es agradable, sonríe, nos mira con atención. Safranski habla sobre la época romántica, una época de esplendor del pensamiento, que vio nacer a escritores de la talla de Johan Wolfgang Goethe, Novalis, Friedrich Schiller, Johan Fichte, August y Friedrich Schlegel, filósofos padres del romanticismo, que juntos constituyen lo que podría llamarse una "primavera" del pensamiento, alrededor de 1800, cuando Alemania no era una nación sino un con conglomerado de provincias, una región atrasada.

Entonces -dice Safranski: "el atraso fue una ventaja porque uno no se tenía que ocupar de asuntos políticos. Y más bien se tenía tiempo para desarrollar mucha productividad en el pensamiento, y también en concentrase en el interior. Así, con mucha conciencia y confianza en sí mismos, estos autores pudieron decir: 'ahí están los franceses que ya hicieron su revolución; ahora nosotros vamos a revolucionar todo el pensamiento europeo occidental'. Y, como sabemos, con la revolución francesa se cortaron las cabezas, pero con la revolución intelectual de Alemania las cabezas permanecieron en su lugar", dice.

Sus palabras nos retuercen porque la decapitación como símbolo es muy sugerente en la realidad mexicana. Por eso, aprovechando sus palabras, interrogamos a Safranski sobre qué podemos aprender de aquella primavera. El contesta con una ironía: "mientras alguien lee un libro, al menos durante ese tiempo no puede asesinar a nadie". Luego recompone y añade más en serio: "el problema del narcotráfico tiene causas sociales pero algo que puede ayudar desde luego son las fuerzas del buen espíritu. Y esas hay que desarrollarlas. Un problema de degradación y atraso social no solamente se logra cambiando las estructuras sociales sino mediante el trabajo con las personas, y esto desde luego inicia con la formación desde muy temprana edad. Ahora bien, es claro que la educación tampoco es una protección ante todo. En la Alemania de Hitler, los nazis citaban a Goethe. No hay una causalidad directa entre educación y humanidad pero, sin duda, la educación puede ayudar". dice Safranski.

No se trata de transformar sino de comprender

En si mismas, la filosofía ni el arte cambian sociedades como la mexicana. Según Safranski, el papel del filósofo debe ser parecido al de una persona que invitan a una fiesta y no conoce a nadie: "uno le pregunta a otros quién va a ir, dónde es para poder llegar. Yo no voy a ir a una fiesta con la idea de querer cambiarla. Pero si la comprendo, aunque no la transforme, podré vivir en esa fiesta. Del mismo modo, la filosofía que tiene más impacto no es la que quiere cambiar algo sino la que quiere comprender algo. Carl Marx si quería cambiar el mundo, y no todo resultó tan bien".

"En mi opinión, en filosofía uno nunca puede tener como objetivo lograr un cambio, primero hay que comprender. Además, hay una cosa que no podemos olvidar: cuando se trata de transformar uno no tiene que pensar en transformar el mundo. Es más importante -y ahí la filosofía sí puede ayudar- transformarse a uno mismo. Creo que ha habido mucha desgracia con personas que querían cambiar el mundo y en ese proceso se les olvidó cambiar ellos mismos", opina el filósofo alemán.

Pensando una vez más en México, le preguntamos a Rüdiger Safranski qué pierde un pueblo que pierde la filosofía, qué pierde un país cuando deja de poner atención a la formación en humanidades, al arte, al pensamiento crítico. Safranski es pragmático y pone un ejemplo: "Actualmente, estamos viendo un gran triunfo de las ciencias en el área del ser humano en sí; por ejemplo, la investigación sobre las funciones cerebrales. Ahora existen muchos científicos que dicen que el ser humano no tiene libertades, sino que sus decisiones son siempre reacciones de las sinapsis que funcionan independientemente de él.

"Pero la libertad sí existe. El científico que publica estas tesis inteligentes lo hace con ayuda de su cerebro y, con ayuda de su libertad convierte sus descubrimientos en ideas. Eso significa que la filosofía, frente al pensamiento economista, abre una ventana que trata sobre un manejo creativo de la libertad humana, lo que antes se llamaba el espíritu del ser humano. Desde ese punto de vista no tenemos que abandonar la filosofía, porque nos ayuda a salir de contextos ideológicos estrechos".

Romanticismo, el descubrimiento de nuevos continentes espirituales

Ahora bien, -se pregunta Safranski- ¿cuál es la herencia de esta era romántica idealista en Alemania? Dice: "El espíritu romántico se fascinó -y es fascinante- por la riqueza creativa del individuo, por su riqueza espiritual, por la fuerza de imaginación y de inventiva de nuestro espíritu y de nuestra mente. Fue, por tanto, una época sumamente subjetiva, una invitación a mantenerse lo más libre posible y a abstenerse de las normas. Y en todas las áreas se contagió este impulso creativo, por ejemplo, se sabe que la música romántica es el apogeo de la música en el siglo XIX, empezando por Beethoven hasta llegar a Richard Wagner, todos ellos fueron románticos. Así que el romanticismo fue una época de descubrimiento de nuevos continentes espirituales. Este estímulo de libertad es tan importante preservarlo en nuestro pensamiento porque sino seremos víctimas del pensamiento unidimensional", afirmó el filósofo.

Aterrizando en la literatura, Safranski ubica la figura del joven Werther, personaje de la famosa novela de Goethe, a cuyo influjo se atribuyó una ola de suicidios en Alemania a inicios del siglo XIX, y ve en él un ejemplo del "subjetivismo extremo":

"Lo extraordinario de Werther es que se trata de una realización propia dentro de un área muy estrictamente fragmentada, no a nivel social general, sino en un ambiente muy exclusivo, que es donde tiene lugar la obra de Goethe. Es una novela genial sobre lo que sucede cuando uno tiene tanto tiempo para dedicarse exclusivamente a su alma, Werther no tiene nada que ver con su amante Charlotte. Solamente está ocupado con sus sentimientos hacia ella. Realmente no está enamorado. Está enamorado de su enamoramiento. Y por eso es una novela extrema sobre la cultura sentimental, que está completamente aislada de la realidad. Por eso es tan maravilloso. Pero por eso mismo, luego Goethe sintió que tenía que salir de casa, y poco después de terminar esta novela se trasladó a Weimar para convertirse en un ministro.

"Es una novela genial sobre el subjetivismo extremo, ya que todos tenemos algo de eso, pues nos gusta huir de la realidad. Por eso la novela que Goethe escribió después, Los años de aprendizaje de Wilhelm Maister, trata sobre cómo relaciono y conecto la vida interior y exterior. Y por eso a Goethe le fascinaron las Cartas sobre la educación estética, escritas por Schiller. En ellas, Goethe encontró cómo superar estos problemas con la fórmula siguiente: la realidad es seria pero el hombre es un jugador, entonces el hombre debe jugar pero sin perder el contacto con la realidad y ahí entra Schiller y su definición del arte, que está basado en el juego".

"Cada uno de nosotros tiene algo de Werther: somos subjetivistas emocionales, y por eso novelas como esta sigue siendo vigente. Cuando Goethe ya anciano leyó nuevamente su Werther supo que ya no podía escribir una cosa tan bella pero también pensó que fue bueno haberla escrito", dice Safranski, y es quizá por ello que ve con optimismo a México, es quizá por eso que opina que el arte nos puede ayudar a entender que nos hemos convertido en idiotas.

"México es un país con futuro. El mundo occidental en Europa va un poco hacia abajo y países como México van hacia arriba, En México, ¡tanta gente joven! En Alemania, muchos pensionados", opina el filósofo alemán, de cuya amistad con Peter Sloterdijk confiesa:

"Es una amistad muy larga que se remonta a inicios de los años 80. Hay un dicho alemán que dice: 'uno se comprende ciegamente a pesar de diferentes posturas". Es decir, la amistad a pesar de las diferencias, como también fue el caso de Goethe y Schiller. Ellos vivieron sus diferencias con gozo, y esas diferencias añadían riqueza a su relación y a su ser. Si uno tiene un amigo así es como tener dos perspectivas para mirar el mundo. Nosotros, Peter y yo, como personas con nuestros dos ojos, tenemos una vista espacial pero con esta amistad también el volumen de nuestra mirada sobre el mundo se agranda", concluye el alemán y ya no solo nos dan ganas de adentrarnos en sus libros, en su historia de la filosofía, sino profundizar en la obra de su amigo Peter Sloterdijk, juntos componen una de las esferas más interesantes, una de las más grandes cimas desde donde puede entenderse el mundo. A leer se ha dicho.


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